Todavía sigue pasando. Es así, y el que no lo vea es que nunca ha tenido que sufrirlo. Con mis compañeras a veces lo comentamos entre risas y rabia. Rabia por esas situaciones en que tu cliente mira y pregunta a tu compañero en lugar de a ti, que eres la que está exponiendo la solución a implementar. Situaciones en las que vas a impartir un workshop y el cliente te dice sorprendido «¿Y me lo vas a dar tú?». Situaciones donde de manera despectiva te dicen «Creí que eras la comercial», como si incluso fuera un rango inferior a su intelecto. Es una lástima, pero es así.
Recuerdo un caso en particular hace unos años, cuando se me contrató como arquitecta de software en alguna empresa. Lo cierto es que el puesto tenía cierta complejidad, ya que era necesario definir una nueva arquitectura en la época de transición entre el mundo tradicional y el cloud, cuando apenas se sabía nada sobre lo que esto significaba.
A las pocas semanas de estar allí, el director del departamento entró en el despacho, donde eramos unas cinco personas, de las cuales dos éramos mujeres. Solo se nos reclamó a mi compañera y a mi, pero hasta ese momento no parecía ser nada alarmante, así que nos pudimos en pie y fuímos con él. Según avanzábamos por el pasillo, vimos como otras mujeres de otros departamentos se unían a la llamada del director, hasta que terminamos en una sala todas nosotras. No lo podía creer: el motivo de tal reunión era para que preparáramos el catering y, posteriormente, sirviéramos a nuestros compañeros champán y canapés debido a una celebración de la empresa. Habíamos pasado de ser las arquitectas, analistas, responsables de QA y comerciales a ser las camareras de nuestros compañeros. Muchos de ellos se rieron, pero nadie hizo nada para pararlo o compensar esta situación. Nuestro jefe de proyecto se mofaba de la situación como si nada, ya que yo me acerqué a él para manifestar mi desacuerdo con lo que estaba ocurriendo. Fue una situación lamentable. Obviamente hubiera sido distinto si esa tarea la hubiéramos realizado tanto nosotras como ellos, como algo natural entre compañeros que preparan unos tentempiés para celebrar un éxito conjunto, que es lo que era, pero en lugar de ello la situación se desarrolló de aquella manera. Al igual que si en aquella reunión, tu compañero te hubiera devuelto la palabra, cuando el cliente te la quiere quitar, todo hubiera sido distinto. Pero, como te decía, todavía sigue pasando.
Es un trabajo de todas y todos
Lo fácil sería acusar a los hombres por sus acciones pero lo cierto es que también muchas mujeres contribuyen a que esto sea de esta manera. Quizás porque es a lo que estamos acostumbradas, quizás por las costumbres familiares, quizás porque a veces no es fácil rebelarse ante estas situaciones y es mejor no salir de la zona de confort.
Esto es un trabajo de todos/as.
También es cierto que muchos no lo entienden o le restan importancia y en algunas ocasiones seguro que es sin ningún tipo de maldad, sólo es cultura. Pero estas situaciones condicionan tu persona, condicionan tu vida y la forma en la que haces las cosas. Te hacen más dura, o por el contrario más débil, dependiendo de cómo te lo tomes. A mi me han hecho tener más carácter, pero a la vez ser más perfeccionista en casi todo lo que hago. Obviamente existen otros factores que te hacen ser así, pero si que es cierto que debido a ello siempre intentas que no se ponga en duda que estás capacitada para el puesto. Siempre estás el doble de preparada para que no se ponga en duda que eres tú con quien tu cliente debe hablar, y no el compañero que ese día decidió acompañarte.
Aún recuerdo cuando empecé a estudiar, y ya entonces me decían que no iba a ser capaz de superar mis estudios, o poco tiempo después cuando en mi primera búsqueda de trabajo me dijeron que no me contrataban, ya que al ser mujer «no iba a tener la misma credibilidad que un hombre». Sigue pasando, pero me hace querer avanzar cada vez más.
¡Feliz día Internacional de la Mujer!